sábado, 30 de enero de 2010


TIBY, Hoy hasta el aire pesa, hoy en el aire hay penas y llantos, y cuanto no quisiera yo que aún estés entre nosotras, que nos mires de nuevo con tú risa con la emoción y el amor que le pusiste al día a día a las cosas que hiciste y que hicimos. Hoy no hay hojitas que me hagan sentir mejor, ni curas para la tristeza, el dolor que nos embarga nunca va pasar, tal vez no queremos que pase tal vez sí que se trasforme, hoy todos quisiéramos darte un poquito más de nuestra vida, para que tú nos acompañes un tiempo más... Y cómo haremos ahora para acostumbrarnos a tú ausencia, a llegar a la escuela y no verte sentada leyendo el periódico esperando que suene el timbre para comenzar la jornada del día, y cómo haremos ahora para acostumbrarnos a ya no escuchar tú voz, tus risas, tus consejos, ... Hoy querida Tibisay, hoy nos dejas tan tristes, pero nos queda los grandes y valiosos momentos que compartimos, momentos de amistad, de trabajo, de enseñanzas; porque fuiste y serás UNA GRAN MAESTRA!!!
Solo me queda pedirle a Dios para que llegues al lugar de descanso que Él ha preparado para sus hijos. Y además te quiero dedicar este poema:


MUCHAS GRACIAS POR TU AMISTAD

Gracias por todos los momentos
que hemos compartido,
momentos llenos de sentimientos
y pensamientos compartidos,
sueños y anhelos, secretos,
risas y lágrimas,
y sobre todo, amistad.
Cada preciado segundo
quedará atesorado
eternamente en mi corazón.

Gracias por dedicarme tiempo,
tiempo para demostrar
tu preocupación por mí,
tiempo para escuchar mis problemas
y ayudarme a buscarles solución,
y sobre todo,
tiempo para sonreír
y mostrarme tu afecto.

Gracias por ser lo que eras,
una persona maravillosa.

Pude contar contigo
cuando necesitaba
en quien confiar y pedir consejo.

Gracias mil gracias!!!

Tú siempre amiga: Vanessa González
































jueves, 2 de julio de 2009

Los diez Mandamientos de la Educación

I.- Corregir a nuestros hijos no es insultados ni humillados.

II.- Regañarlos no es gritarles ni proyectar sobre ellos sentimientos de temor y culpa exagerados o injustificados.

III.- Ordenar no es suplicar con tono lastimero, ni sugerir; a veces hay que sugerir respetando la autonomía; otras hay que ordenar pero con claridad y sin confusión entre una y otra.

IV.- Mandar no significa atropellar; debe considerarse la capacidad del hijo sus propias limitaciones y las ocasiones en que, a pesar de haber puesto todo su esfuerzo, el resultado no se obtuvo por causas ajenas.

V.- Rectificar no es claudicar; si reconocemos corno padres que nos equivocamos, saber rectificar e incluso ofrecer una disculpa, no significa un a abdicación del deber de ejercer la autoridad.

VI- Mantener clara, en la práctica, la distinción entre un error y una falla, un error no ha de ser nunca censurado ni castigado: sólo debe ser analizado para obtener el beneficio de la experiencia; en cambio, una falta ha de ser reprendida como una debilidad que deberá ser superada.

VII.- Premiar y reprender con serenidad, nunca con alteración ni con exceso.

VIII.- Premiar siempre con medida y no necesariamente con beneficios o ventajas materiales sino con el merecido reconocimiento.

IX.- Reprender siempre con prudencia, justicia y brevedad, sin alargar innecesariamente las escenas desagradables que convierten la corrección en ineficaz recriminación.

X.- Reconocer que somos humanos, por lo tanto estamos propensos a cometer errores, los cuales deben servirnos de aprendizaje.

miércoles, 1 de julio de 2009

LA TIERRA

LA tierra verde se ha entregado
a todo lo amarillo, oro,
cosechas,terrones, hojas, grano,
pero cuando el otoño se levanta
con su estandarte extenso
eres tú la que veo,
es para mi tu cabellera
la que reparte las espigas.
Veo los monumentos
de antigua piedra rota,
pero si toco
la cicatriz de piedra
tu cuerpo me responde,
mis dedos reconocen
de pronto, estremecidos,
tu caliente dulzura.
Entre los héroes paso
recién condecorados
por la tierra y la pólvora
y detrás de ellos, muda,
con tus pequeños pasos,
eres o no eres?
Y cuando viene el sueño
a extenderme y llevarme
a mi propio silencio
hay un gran viento blanco
que derriba mi sueño
y caen de él las hojas,
caen como cuchillos
sobre mí desangrándome.
Y cada herida tiene
la forma de tu boca.
(Pablo Neruda).